Este martes 4 de febrero, el Periódico Oficial del gobierno de Nayarit publicó el decreto que prohíbe los narcocorridos, “la interpretación y/o y toda reproducción de música en eventos públicos que promueva la apología del delito y la violencia de cualquier tipo” en la entidad.
Con esa medida, el gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero se ha propuesto la violencia que campea en todo el territorio cora.
Si bien, ya previamente el Congreso local había aprobado la iniciativa, nos llamó la atención la desmedida acción del gobernador de proponer eliminar la violencia a base de un decretazo. Sobre todo, porque que si algo presumía era gobernar una entidad de las más seguras del país.
Navarro Quintero pudo ya abrir los ojos y palpar la realidad en la que viven sus gobernados a lo largo y ancho del estado. En la pujante Bahía de Banderas ya se percibe la amenaza de la llamada delincuencia organizada. Cuando no se localiza un cuerpo sin vida, se reporta un “levantado” y se normalizan las violentas escaramuzas entre buenos y malos, entre policías y civiles armados.
La noticia del decreto de Navarro Quintero publicado en el órgano del gobierno se difundió profusamente el miércoles. Buena parte de los habitantes, quienes carecen de acceso al Periódico Oficial, no daban crédito a la noticia y solo atinaban a preguntar si el mandato era la total prohibición en las cantinas y centros botaneros. El contenido del decreto administrativo no va mas allá del entrecomillado en el primer párrafo de este escrito. Queda prohibido “la interpretación y/o toda reproducción de música en eventos públicos que promueva la apología del delito y la violencia de cualquier tipo en el Estado de Nayarit”.
Si consideramos experiencias vividas en otras entidades del país donde los gobiernos estatales han impuesto la veda de los narcocorridos bajo la misma premisa, que son antologías de la violencia, historias cantadas que rinden tributo a narcotraficantes, bien podemos sostener que se trata de una medida desesperada del gobernador para atajar la escalada de violencia que se vive en todo el norte de Nayarit.
A la pregunta de si en la cantina ya no pueden escuchar el corrido del Prieto Crispín en la Costa de Oro, o Catarino y los Rurales en los botaneros de Tecuala y Acaponeta, dada la ambigüedad del decretazo, ya habrá de precisarlo el ejecutivo estatal. A los paisanos les preocupa su música de cantina. En tanto no se diga lo contrario, del decretazo, los amantes de la música bravía en las cantinas, antros, bares, centros botaneros, pueden estar tranquilos porque la orden de su gobernador solo incluyó las plazas públicas, auditorios, estadios y los centros de espectáculos. Ha, tampoco se estará permitido los corridos belicones en las ferias.
Entonces, lo que si es cierto es que en los lienzos charros y corrales del Tigre Toño, en los bailes masivos, ya no se permitirá entonar esos corridazos alterados. Así es que en la plaza de Ixtlán del Río a nadie le estará permitido pedir a la banda el Día de San Juan y rememorar en la plaza la centenaria historia de Micaela, Juan y Simón.
Al cabo de los años todo se ha probado en Nayarit con el fin de contener la violencia. Por décadas se impuso como día de asueto los jueves. En muchos poblados se prohibieron las cantinas para frenar riñas al calor del consumo de alcohol y alentar el trabajo en el campo. Hace ya muchos años, las radiodifusoras sacaron de su programación corridos. Y los llamados narcocorridos, por la definición que hoy conocemos, ni siquiera existían.
Imposible adivinar que tiene en mente el gober Navarro Quintero al pretender atajar la violencia atacando el folclor de las fiestas tradicionales, ejidales o patronales de sus plazas públicas. En todo caso atenta contra la industria de los grupos musicales, bandas y grupos norteños, tan solicitados para alegrar las fiestas de rancho. Son ellos quienes dan vida a las fiestas y por ejemplo tomemos las fiestas patronales de los vecinos Jarretaderas, San José del Valle, Valle de Banderas, Bucerías, San Juan de Abajo.
La historia cantada en Catarino y los Rurales ocurrió hace ya más de 100 años. La familia entró en conflicto con los dueños de una hacienda y al asesinato de un hermano por matones a sueldo, Catarino reaccionó persiguiendo a los asesinos. A Catarino lo definen a veces como bandolero, guerrillero, rebelde o justiciero. En esa zona de Quimichis, de Tecuala, el corrido es un himno, una inspiración para los campesinos.
Es de dominio popular el legado de Crispín Durán Zamorano, El Prieto Crispín, un líder agrario asesinado por agentes del gobierno en Villa Hidalgo, en cuyo panteón descansan sus restos en una tumba atravesada.
Escuchamos de los paisanos tres opiniones. Ninguna cree que con la prohibición logre desaparecer la violencia. Eligió el camino equivocado. Mas bien parece atacar la historia, las tradiciones, la cultura, las fiestas y ferias patronales. Un paisano nos recordó que apenas llegó al palacio de gobernó y propuso acabar con la Feria Nacional de Tepic.
Entonces, si experimentos similares no han dado resultados en otras entidades, y más bien han sido rotundos fracasos. No hay ninguna base para suponer siquiera que el gober cora extirpará los delitos, acabará con los homicidios, por lo menos reducirá los índices de criminalidad. A Navarro Quintero le pasó de noche la política de combatir la inseguridad atacando las causas.